Prevención precoz para anticiparse antes de que llegue la presbiacusia

Un estudio muestra cómo la hipoacusia y los trastornos del equilibrio en mayores causan depresión, dependencia, problemas cognitivos y soledad, este último mal aliviado tras tratarse su pérdida auditiva. El ORL Dr. Manuel Manrique ha presentado los resultados en el XVI Curso-Simposio sobre Implantes Cocleares de la Universidad de Navarra y ha abogado por la prevención.

Publicado el 08 julio 2021

Prevención precoz para anticiparse antes de que llegue la presbiacusia

Como filosofía fundamental, el responsable de la coordinación de este evento (virtual por la pandemia del coronavirus) recomendó no contentarse con la rehabilitación y el tratamiento de la enfermedad cuando ya ha llegado, la denominada fase “terciaria”, sino trabajar en la prevención “primaria” (con protección y promoción de la salud, formación e información a trabajadores) y en la fase “secundaria” (programas de cribado y screening en ciertas enfermedades, con los criterios Wilson-Jungner, entre otros). Con este cambio de enfoque, se consiguen los objetivos de reducir la incidencia de la patología y, al detectarla precozmente, se reducen sus secuelas y se mejora el pronóstico.

Para situar en contexto la dimensión de este problema, el Dr. Manrique ha recordado la definición de “envejecimiento activo” de la OMS, que señala cómo debe “permitir a las personas desarrollar su potencial para alcanzar el bienestar físico, social y mental a lo largo del curso de la vida” y ha subrayado que la hipoacusia y las alteraciones del equilibrio tienen no solo perjuicios en la salud en cuanto a la comunicación, sino otros efectos no auditivos (cognición, depresión, dependencia, soledad).

Para evaluar cómo repercuten estos dos problemas en la salud de las personas mayores, se realizó este estudio de campo “observacional, prospectivo y longitudinal” a lo largo de seis años con 178 individuos de más de 55 años de edad divididos en tres grupos: el A con los que no sufrían ni pérdida auditiva ni trastornos del equilibrio; el B con aquellos que sí estaban aquejados de estos dos problemas de salud y no habían recibido tratamiento ni rehabilitación; y el C, los que sí habían acudido a profesionales médicos para paliar sus consecuencias.

A mayor hipoacusia, más riesgo de caídas

En el grupo de los afectados por pérdida auditiva, se constató un predominio de las hipoacusias neurosensoriales, de mayor severidad y tiempo de duración en el grupo C que en el B. Este factor debe tenerse en cuenta a la hora de valorar los resultados de los cuestionarios utilizados para evaluar a estos pacientes.

El hábito del tabaquismo ha marcado de forma significativa una mayor incidencia de problemas auditivos. No se han encontrado, en cambio, diferencias por la nutrición ni por la actividad física. Los pacientes con pérdida auditiva han mostrado una mayor tendencia a la inestabilidad. De hecho, por cada 10 dB de incremento de la pérdida auditiva se multiplica por 1,4 el riesgo de caídas.

Igualmente, suelen presentar mayores índices de alteraciones cognitivas y depresión. Y el dato llamativo y que evidencia los frutos del trabajo de los profesionales: el grado de soledad que sienten es menor en el grupo de población que ha recibido asistencia en comparación con el que no.

Además, esos individuos sin tratar no tienen “percepción subjetiva” de su discapacidad y van a ser previsiblemente reacios a seguir el consejo de un ORL, a pesar de que en los cuestionarios HHIE y SSQ12 -dos de los empleados en este trabajo- quedó patente que su estado de salud en estos dos aspectos está lejos del estadio de normalidad que representa el grupo A de este estudio.

No obstante, las personas con ambos problemas y que sí reciben tratamiento y rehabilitación presentan significativamente umbrales auditivos peores y dificultades de comprensión del habla en ambientes ruidosos, especialmente. La incidencia de la demencia se incrementa igualmente cuando mayor es la severidad de la hipoacusia, hasta multiplicarse por cinco.

Tipos de prevención

Más en detalle y para dejar claros los conceptos, el Dr. Manrique definió así las fases de intervención:

• Prevención primaria: evitar que la enfermedad aparezca. Hay que estudiar aspectos epigenéticos, el género y la edad influyen (este último no tanto entre los grupos B y C), o el nivel de estudios, la actividad laboral…

• Prevención secundaria: el tratamiento precoz, resulta clave cuándo se inicia la hipoacusia y cuándo se actúa. Hay una serie de frases típicas (“me apaño”, “mis amigos dejaron los audífonos” o “soy mayor para un implante”…) La deprivación auditiva hace que la persona necesite mucho más esfuerzo para la comprensión y eso implica una “recolocación del proceso cortical en respuesta a un estímulo auditivo, probablemente como compensación de la hipoacusia”, que va a “penalizar” su plasticidad cerebral.

• Prevención terciaria: el tratamiento de la enfermedad ya establecida. El apoyo de los implantes cocleares en los ancianos durante esta fase de la intervención depende de factores como el estado de salud, la motivación para seguir siendo activo y los entornos familiar y social, que sean favorecedores.

Una batería de cuestionarios y pruebas para mediciones en seis años

Las mediciones a la largo de los seis años de duración de este estudio para evaluar los efectos del envejecimiento en los tres grupos -con 178 personas en total- se centraron en los siguientes aspectos, con esta batería amplia de cuestionarios y pruebas, todos con versiones validadas en castellano:
• Audición: audiometría tonal y verbal en silencio y ruido HINT, Speech Spatial Qualities, Hearing Handicap Inventory in the Elderly Screening test, CAP II, THI.
• Equilibrio: Time Up and Go test, Diziness and Handicap Inventory.
• Depresión y soledad: Geriatric Depression Scale-15, Escala de Jong.
• Cognición: Mini Mental State Examination, Digit Symbol Substitution Test, Prueba de trazado.
• Dependencia: Lawton Instrumental Activities of Daily Living Scale.
• Estado general de salud: Cuestionario de Adhesión a Dieta Mediterránea, Actividad Física y Estado General de Salud (Health Utility Index 3).

J. L. Fernández