Philippe Metger (Francia): entrega a domicilio en la alfombrilla "como las pizzas"

Más testimonios de profesionales de la audiología acerca de cómo están viviendo la cuarentena de la población por el Covid-19 para seguir prestando servicio con garantías y sin riesgos de contagio. Desde Francia, Philppe Metzger relata cómo tiene que acudir en ciertas ocasiones a domicilio con una estrictas medidas de prevención para mantener la distancia física del usuario y evitar riesgos.

Publicado el 08 abril 2020

Philippe Metger (Francia): entrega a domicilio en la alfombrilla “como las pizzas”

Al frente de cinco centros auditivos en París, este audioprotesista mantiene solo uno abierto y con servicios mínimos. «Solo atendemos por las pilas y por averías», le explica por teléfono a una usuaria.

En el caso de personas mayores -confinadas, como población de riesgo- que no tienen a un vecino o familiar que pueda acudir a su gabinete, no le queda otro remedio que ir a domicilio -excepcionalmente- con unas precauciones extremas: llama a su timbre en la calle, el paciente deja sus aparatos en la alfombrilla y cierra la puerta mientras él sube; le cambia unas baterías que fallan (por ejemplo) y vuelve a dejarle los audífonos en la alfombrilla, delante de su puerta, echándose para atrás para dejar la distancia de seguridad; el usuario los recoge y deja un cheque, y cierra la puerta para que el audioprotesista pueda acercarse de nuevo y llevarse el documento de pago. «Les dejo todo en la alfombrilla, soy un poco como un mensajero de las pizzas».

No le proporcionan mascarillas ni guantes

En otros casos, como los audífonos de prueba, Metzger prolonga el periodo si había concluido y, si funcionan bien, aplaza la cita para después de confinamiento. Como en España, la Administración no les ha proporcionado ni mascarillas ni guantes. «Quienes pueden venir al gabinete, los hacemos pasar de uno en uno», relata, y a la hora de cobrar, «para los importes inferiores a 30 euros, damos prioridad a los pagos sin contacto físico, lo que evita tocar el datáfono; y si es superior, pido a la persona de lavarse las manos con gel después de tocar el terminal, y yo también me las lavo después de cada paciente». Aunque confiesa que «así solo se puede aguantar dos meses».

 

C. C. (trad. J. L. F.)